Con un viaje así, hacer la maleta -una solita por persona, porque es la norma con AA- resultaba un dilema. En Sevilla hace calor, en Madrid fresquito, en Bordeaux frío y en NY helado. Teníamos que traer ropa elegante para la super boda y ropa cómoda para el resto del viaje. Pero para Virginia y para mi, ningún reto es muy grande y no nos íbamos a dejar vencer por 2 maletitas.
Llegamos tempranísimo esperando la clásica cola de venezolanos que viajan a Miami -mi primera escala- y resulta que ahora AA tiene maquinitas para hacer el check in. En menos de 15 minutos ya estaba en la sala de embarque esperando por mil horas. Tras horas de espera nos montamos en el avión, que salió dos horas tarde por un error de cálculo peso-gasolina. Nuestro plan era almorzar en Miami, en sana paz, para esperar el vuelo a Madrid. Pero nuestras expectativas de serenidad viajera se convirtieron en frenesí de corredera para hacer migración, aduana y correr como si la vida se nos fuese en eso, mientras Virginia gritaba como loca: "I'm about to loose my fligth!!!" y rogándole a los extraños que nos dejaran pasar.
Sudadas, despeinadas, alteradas y de últimas, pero ¡lo logramos! Madrid nos recibió fresca, con un cielo azul radiante y nuestra voracidad viajera desatada. Lo primero fue desayunar en el Museo del Jamón, así debía empezar nuestra jornada madrileña. De ahí caminamos, caminamos y caminamos, paseamos por el Jardín Botánico, paramos a comer de nuevo en La Mallorquina, en Diurno, Chueca, Serrano, Plaza del Sol, Cibeles, en el mercado San Antón y cerramos con tapas y cava en el Mercado San Miguel. Llegamos a la casa muertas de cansancio y con dolor de barriga. El frenesí comelón tuvo consecuencias y, sin embargo, no nos arrepentimos ni un poquitiquito.
Molidas, nos despertamos para correr hacia Atocha para agarrar el AVE a Sevilla. Caímos desmayadas sobre la mesita y casi nos tienen que despertar cuando llegamos. Los niveles de felicidad estaban a tope y salimos de paseo por Sevilla. Nos enamoramos de la ciudad de grandes catedrales con influencia mora, callecitas empedradas, el río Guadalquivir, los azulejos, patios internos y árboles hermosos. Caminamos hasta desfallecer, vimos a las niñas bailar sevillanas en la calle, gozamos con la maravilla del acento andaluz y la personalidad de los habitantes. Comimos tortilla de patatas, tapas y tinto de verano, chalequeamos infinito y gozamos hasta que los pies pidieron cacao.
Por ahora nos queda descansar, ya mañana nos terminaremos de beber todo vino y comernos todo el jamón, eso si con la caámara siempre a la mano.
2 comentarios:
Yo quiero!
Nada mejor que ir a otro país, conocer a una nueva cultura, sus sabores, sus olores y a sus personajes... La pasamos excelente Lore. Recuerda que si quieres acompañarnos escríbenos a: camaraypasaporte@gmail.com :)
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