Nuestra amiga Ana se casa en Bordeaux donde tiene un montón de años viviendo, si agarrabamos un avión a Europa, pues cómo no quedarnos ahí a pasear un poco más. Entonces me decidí por España donde tenemos familia (porque París me iba a salir impagable y no queríamos irnos demasiado lejos de Bordeaux).Así que desempolvamos el pasaporte, ¡nos embarcamos en una nueva aventura!
Vinimos a Yosemite Lorena y
yo con unos amigos, un grupo grande. Los varones a escalar, las niñas a pasear.
El plan para el segundo día fue hacer rafting, yo nunca lo había
hecho, sin embargo, me entusiasme en cuanto Lore me asomó la idea. Reservamos el
día anterior y a las 2pm estábamos en el trailer del que salía el tour.
Como estamos en primavera por estos lares del mundo, el río Merced está
full de agua del deshielo. Helado. Lo primero fue ponernos wet suits,
suéteres de lana, chaqueta impemeable, medias de lana, zapatos para
mojar, casco, salvavidas y al agua. Yo estrené mi GoPro como debe ser y
me sentía bien pro con mi camarita en el casco. Meter un pie en el río y
dejar de sentirlo fueron la misma cosa, pero el entusiasmo era mucho
mayor que la helada. De guía de la balsa tuvimos a Phil, un gordito
encantador que nos explicó todas las instrucciones y no hizo más que
chalequear todo el recorrido. De compañeros de remada estuvieron Peter,
Gema y Jacob: un polaco criado en Canadá junto a su hermano y su esposa
china. La confianza fue inmediata, supongo que el buen humor de Phil la
facilitó. El rafting estuvo bien emocionante, los rápidos venían
seguiditos uno del otro entre nivel 3 y 4. Nos emparamamos, nos morimos
de risa, pasamos el frío parejo, pero nada importó. Fuimos absurdamente
felices haciéndolo, salimos moradas y sonrientes. Luego vinimos a
bañarnos en el hotel donde están Horacio y Patricia (dos de nuestros amigos) porque en el Camp 4
donde estamos nosotros no hay ni regaderas, y menos con agua caliente,
lo que en ese momento era una exigencia física para mí.
Una de las excursiones que había que hacer antes de irnos de Yosemite,
era subir hasta el tope de Yosemite Fall, la cascada más grandota del
parque, la más icónica, de hecho: la cascada más alta de Noteamérica, y nos refiermos a esta porción del continente, no al país. Desde que entramos
a Yosemite la estábamos viendo y casi no nos podíamos creer que existiera
una manera de estar ahí arriba en cuestión de horas. Salimos del Camp 4
que es donde dormimos Lorena y yo cada noche. Los varones se
habían ido de madrugada a hacer una escalada larguísima a North East
Butress of Higher Cathedral. Las dos decidimos arrancar más tarde, ya
desayunaditas y descansadas a caminar por esa cuesta para arriba.
Tremenda subidota, sin treguas hasta que llegas a la base de la cascada y
te encuentras por primera vez ese espectáculo de agua cayendo. Me
sorprendió cuánta gente le echa pichón a subirse hasta allá, desde
viejitos con cabelleras blancas, familiones enteros, aventureros y
paseos de colegio con muchachitos de no más de 10 años. Sin embargo, ni
un papelito de caramelo mal puesto, se mantiene impecable el camino, se
respeta el paso, nadie pone música, todo funciona en perfecta armonía.
Es decir: se respetan las normas y se usa el sentido común.
Qué son Los Roques sino un paraíso tropical, un pedacito del cielo en la tierra. Sus aguas critalinas y su arena blanca nos hacen olvidarnos del caos existente en nuestro alrededor. Llegar a este edén terrenal hace que se exacerben nuestros sentidos, es un deleite para los 6. Aunque llegar a este sitio idílico puede ser un poco engorroso, el viaje vale la pena completamente.
El destino elegido: Sur del Lago de Maracaibo. Nada como el Relámpago del Catatumbo, los pueblos de agua y la maravilla de la fauna maracucha. Ese viernes comienza con un madrugonazo feroz para tomar el vuelo de Láser a las 7am. Por supuesto, se retrasa hora y media para darnos tiempo de conocer al grupo mientras desayunamos. A pesar de la hora y los retrasos, solo veo sonrisas, muchísimo entusiasmo y ganas de salir a tomar fotos.
Nos levantamos bien temprano, era un viaje largo que queríamos hacer desde hace ya bastante tiempo. Son pocos los amigos que se animan pegarse un viaje hasta Bolívar, así que decidimos reunirnos y planificar todo con tiempo. Hace años estuvimos navegando las aguas del bajo Caura en kayak, pero aún no conocíamos el Salto Pará y la curiosidad nos comía las entrañas. Amantes de la adrenalina. Nos encantan ver los ríos y su fluir, nos cautivan las cascadas, ese poder que derraman, esa energía derrochada, nos deja mudas. Teníamos años queriendo ir juntas. Así que empacamos, ¿cámara y pasaporte en mano? listo, ¡vámonos!.
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